Rock Experiencia e identidad

 

(1)    Extraído del Ensayo Rock de Diego Colomba.

 Escritor, poeta y docente de Literatura de la ciudad de Rosario

https://www.diegocolomba.com/

¿De qué sujeto es la experiencia que componen, traducen, describen las letras de

rock nacional en su emergencia? Hasta su aparición, nunca un género musical popular

había puesto tanto énfasis en una afirmación etaria. Según Simon Frith115, los escuchas

jóvenes utilizan las canciones para “autodefinirse” socialmente a través del placer. Se

identifican así con la música, sus intérpretes y los otros escuchas, a la vez que se

distancian de lo que no les gusta, de lo que tienen siempre clara conciencia.

Desde esta perspectiva, las canciones no estarían reflejando una identidad

juvenil preexistente, sino más bien construyéndola, constituyéndola, a través del

consumo cultural y el placer. Este es un punto importante para comprender la misma

constitución del género, que apela a un discurso de la autenticidad, presente también en

las letras del período116, desde las entrañas mismas de la industria musical.

Desde sus orígenes, el rock nacional manifiesta proponerse la subversión de la

rutina comercial que modela los productos de consumo juvenil masivo, que no llegan a

la década de vida en nuestro país. Es el mismo argumento que, según Frith, utilizaba el

jazz frente a la música del Tin Pan Alley en la década del veinte en Estados Unidos, o el

jazz negro frente al blanco en el treinta. Desde los tiempos de Los Gatos Salvajes, Litto

Nebbia destaca que lo suyo es “otra cosa” en relación a la nueva ola.117 Incluso llegará a

recitarlo en “Eras un hada al fin”, de Seremos amigos (1968), el segundo disco de Los

Gatos: “Y esto fue lo realizado en tres meses, tres meses de ensayos, sonidos y

experiencias. Yo pienso que es algo moderno, moderno y auténtico. Lo más importante

es que fue hecho con la misma sinceridad con que usted lo estaba esperando”. Nebbia

utiliza “sinceridad” y “autenticidad” como sinónimos. Con el primer término, lo que

está puesto en juego es la exhibición en público de lo que se siente en privado. Eric

Hobsbawm señala algo similar en su Historia del siglo XX118, cuando sostiene que la

nueva cultura juvenil de mediados de siglo anuncia públicamente “sentimientos y

deseos privados”. Con el segundo término, el rock apela a argumentos de la música

culta (se presenta como el producto de una sensibilidad individual, creativa y auténtica),

que se ligan con otro de la música folclórica (representa a un determinado colectivo). Si

la mala música es aquella que no expresa nada, la buena música es la que logra

trascender las rígidas limitaciones que impone la lógica mercantil. La fundación mítica

del género local articula éxito comercial (250.000 simples vendidos de “La balsa”/ “Ayer nomás” (Los Gatos, 1967) que connotan su popularidad) y “autenticidad

creativa”.



Autenticidad que deriva de otro concepto: el de autoridad. La experiencia que

viven en Estados Unidos e Inglaterra grupos como Los Beatles o solistas como Bob

Dylan, que comienzan haciendo covers de otros compositores -los que constituyen sus

propias tradiciones musicales- y tiempo después se convierten en autores para

expresarse y sentirse identificados afectivamente con el contenido de sus canciones,

cuando no presionados por el negocio como en el caso de Los Rolling Stones, en

nuestro medio se reproduce a pasos más acelerados.

Debido a la abstracción constitutiva del componente musical que las hace

inmediatamente accesibles, por su vaguedad de referencia119 -a pesar de las letras-, las

canciones poseen una reconocida capacidad para crear alianzas afectivas y emocionales

colectivas. Ninguna otra forma de la cultura popular se presta tanto a los usos

personales, a la vez que se manifiesta el carácter social de las convenciones que los

escuchas dominan sin que sean plenamente conscientes de ellas.

De aquí la importancia de la música popular por su capacidad de ubicar

culturalmente lo individual en lo social. Si pensamos en el componente etario del

género, podemos entender al rock como la música que constituye una identidad juvenil -

juventud y rock nacional nacen en la misma época en nuestro país-, como una forma de

experimentarla, de sentir esa identidad colectiva. Esto ilumina un rasgo que de tan

evidente no se percibe ni se señala con frecuencia: las letras, sobre todo en este período,

son altamente autorreferenciales. Cuando exaltan el protagonismo o la existencia de un

grupo etario, de un nuevo “nosotros”, están afirmando, al mismo tiempo, el de la música

y su poder. Las manifestaciones de los primeros letristas lo ratifican: se suelen

representar a sí mismos como sujetos heroicos que a pesar de todas las dificultades

siguen los dictados de su pasión musical, como si se tratara de una misión y no de una profesión poco desarrollada con dificultades materiales de concreción. Esto se pierde en

ciertos análisis que, proponiéndose enfatizar sus componentes ideológicos, sólo apelan a

las discursividades políticas y filosóficas que circulaban con intensidad en la época de

gestación de las letras, menospreciando su fuerte carácter autoafirmativo, solidario de

esa suerte de autismo histórico-social que exhiben abiertamente las letras del primer

período: en ellas casi no hay referencias, con poquísimas excepciones120, a las huelgas y

tomas de fábrica generalizadas, a las rebeliones populares, a las numerosas

organizaciones armadas que ya están operando por ese entonces, a la militancia política

de amplios sectores de la juventud, a la mujer como nuevo actor social que trasforma

radicalmente la cultura argentina.




la experiencia humana se vuelve objetiva y subjetiva, en un solo proceso inseparable. De acuerdo con esto, las letras norepresentan un modo de interpretar la identidad juvenil, la experiencia emocional, lo

político, sino más bien lo constituyen. Como cualquier trabajo artístico, forman partejunto con las ideas, las teorías y la producción de la vida real de un proceso designificación social y material, del que resultan indisolubles.

Si bien la cuestión de las identidades juveniles parece no plantear hoy problemas

interesantes que justifiquen más inquisitorias analíticas, en los abordajes “escolarmente”

académicos sobre el rock el problema identitario se ha vuelto una certidumbre teórica

que asegura o garantiza la pertinencia del análisis -porque dicha función siempre se

comprueba en los artefactos culturales abordados-, al tiempo que se reducen

dramáticamente los resultados de dichos trabajos. El “tema fetiche” pareciera autorizar

el descuido de los mismos objetos abordados en los que se reconocen sus huellas, como

si las canciones fueran simples y transparentes soportes afirmativos de una identidad.

La misma dimensión ritual de las canciones, que supone la puesta del cuerpo, de

la voz, en un primer plano, destaca lo disruptivo e inasimilable propio de la materia: su

exceso irreductible al concepto y la unidad, a la identidad. 

 Se puede leer en las letras el intentosiempre renovado e inacabable de dar sentido y totalizar significativamente laexperiencia humana individual y colectiva, como un proceso de significación que seperfila sobre un fondo de sinsentido. Atenderemos entonces a “la instancia del objeto en

el sujeto”, lo que resiste a la simbolización, el antagonismo que emerge como resto y

causa de todo gesto identitario.

Al describir -término que se utiliza en el sentido de que forma y contenido son

inseparables, no como caracterización de algo externo que existe por sí mismo- su

experiencia, el letrista, que habla en nombre de todo el grupo o colectivo que encarna, el

cantante que interpreta -en el período fundacional suelen coincidir ambos roles- y el

escucha -que recrea la canción a través de su propia voz, gestualidad, etc.- operan una

reconstrucción literal de sí mismos, un cambio creativo de su organización personal,

para incorporar y controlar esa experiencia. Así, conciencia y realidad se interpenetran:

el hombre hace la forma y la forma hace al hombre, y ese recrearse no implica

necesariamente que se esté experimentando en las fronteras del conocimiento, en el

sentido en que parece hacerlo la innovación vanguardista, sino que se puede trabajar con

los significados comunes del grupo, algo que caracteriza en general a la letrística

rockera por tratarse de un género masivo. Las letras transmitirían a otros una

experiencia de tal manera que les fuera posible recrearla activamente (una vivencia real

de los medios), a través de estrategias de autorrepresentación, que construyen una

identidad a través de descripciones, narraciones, locuciones y retratos centrados en la

subjetividad.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

POESIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

 Comparto un poema  escrito hace unos meses Cambio,, transmuto, dejo atrás esta piel. La nueva brilla, es de mi talle y ya no tengo que hace...